sábado, 24 de julio de 2010

Caperucita sin capa roja. Leticia M. Isakow

En esos dias se sucedían conversaciones interminables, a cuál más irracionel y confusa. Andanada de reproches increíbles. Una experiencia surrealista. La madrugada era le momento propicio para continuar lo que se había interrumpido en algún punto irreconocible la última vez. También se sucedían los monólogos reiterartivos,siempre acusadores,enredados, inverosímiles,en su estudio, la habitación más alejada. Eran clave estos detalles: la hora inhóspita y el lugar remoto. Noche a noche se había ido tejiendo la apretada trama, con un aumento progresivo de tensión. Envolvía los dias; ahogaba las noches. Entonces sucedió. Era previsible. La reacción a la agobiante presión que saturaba el espíritu. No dudó. Se quitó las gafas con la mano izquierda y la derecha ya daba un fuerte toque , preciso y rápido en el hombro para desestabilizar el frágil equilibrio. Los empequeñecidos ojos miopes clavados en la mirada sorprendida, lanzaban toda la furia que la impotencia había sabido producir y guardar. Pero ahora estallaba en puñetazos, patadas certeras,empellones, todo casi a la vez arrinconando a ¿la presa?. En el momento , la sorpresa y la atrocidad no permitían pensar, porque primaba sobrevivir. Después... Después sí, se percibió una presa de caza a merced de un lobo, que había vivido como un cordero. En un momento, se vio atrapada entre la silla de oficina, el escritorio y la pared, con unas manos presionando el cuello,empujando la cabeza hasta casi tocar el piso, en un a posición irreal,sacudiendo las piernas que revoloteaban por el aire para recuperar una posición más normal.Sus oídos alcnzaron a oír, entre la srta de amenazas e insultos, "¡Ojalá te mueras! ¡Ojálá te dé un ataque de presión!". Si hubo más palabras, no fueron registradas; si lo hicieron, aún hoy dia, no tiene el recuerdo preciso. A esas alturas, el ya precario corazón ,cabalgaba desbocado produciendo una horrible sensación de náuseas. La conciencia de esto, no permitía mayor resistencia. Abruptamente finalizó todo. Ahora la mansedumbre en el abrazo protector, sumaba mayor desconcierto. La voz,suave, deshecha en excusas, perdones, promesas...elogios a la estoica compañera de vida...besos mentirosos...un vaso de agua...,más excusas... y culpa vuelta hacia la mente sometida en el cuerpo atormentado...sobre la presa...
¡Eso!¡Eso era lo que se sentía! Ya no cabían dudas: claramente era una presa, acorralada, asustada,suficientemente intimidada para quedar indefensa, a total merced de "su" lobo feroz.
Caperucita se sabe sin capa roja. También sabe que el lobo, el peligro, no está afuera esperándola furtivamente para sorprenderla. El lobo dormirá esta noche con ella.
Leticia M. Isakow

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